Qué sería de nosotros sin un poquito de ética





Cuantísimo egoismo. Cuantísimas miradas vacías. De un tiempo a esta parte parece que el mundo se ha olvidado de que para vivir hace falta algo más que pensar en uno mismo. Tendemos cada vez más al individualismo e ignoramos que necesitamos de los otros para seguir adelante, y no solo para sacar nuestra cabeza pisando las de los demás, no únicamente para llevárnoslos por delante. Nos sentamos solos en el tren, andamos con los ojos clavados en el suelo. Estamos dejando de ser humanos, señores, si es que en algún momento lo fuimos. Estamos comenzando a ser máquinas, si es que en algún momento parecimos no serlo. Se nos olvida que las relaciones son cosa de dos, obviamos cultivar algo tan simple como el "tú me das, yo te doy"... Y qué fácil es herir, qué sencillo es evitarlo, y qué difícil parece el no querer hacerlo. Me niego a pensar que se hayan diluido los valores en esta orbe de cielo gris. No es necesario en absoluto arrasar con todo aquel que se sitúe por delante de nosotros en el camino que nos hemos marcado, podemos rodearlo, o simplemente pedirle que nos acompañe, y aprender de él. No nacemos para creernos únicos. No nacemos para estar solos. Nacemos para aprender, y qué mejor forma de hacerlo que escuchando, que ayudando a progresar. Sonreír haciendo sonreír, qué mejor manera de crecer y de ayudar a crecer. Qué bonita sería la vida si esta fuera nuestra máxima. Pero no... el mundo lleva prisa, el mundo no se para a pensar que, tal vez, si diésemos a los demás solo el 70% de nosotros, quizás nuestro paso no se dibujara tan efímero, quizás quienes estamos dispuestos a dar el 200% nunca más sintiéramos el amargo de lo que parece ser una realidad: nadie mira antes por los demás que por sí mismo. Pero no. Cada vez nos hundimos entre más gente, cada vez, menos realidad... cada vez más mierda. Qué difícil dejar de escribir de un solo párrafo cuando todas las ideas son una sola, cuando la decepción y la indiferencia vienen juntas a pisarte los talones.
Me resisto a pensar que se ha acabado la confianza, que se han agotado las ganas de amar: amar los días, amar la verdad, amar la honradez... Créanme, no es tan difícil ser persona.